“Y tú, ¿qué música escuchas?” Abrir un tema sobre el factor y grado de importancia social de la música a todos los niveles -desde los propios músicos hasta lo que concierne en lo individual de cada uno- daría para un sin fin de reseñas y comentarios. Es muy interesante hablar de cómo la admiración a un artista puede ser el auténtico saludo a un futuro amigo o amiga. Pero muchas veces un mismo disco puede servir como muestra del poder colectivo que atesora poniéndolo en trasfondo y haciendo un seguimiento -siempre que sea posible- de su masa de seguidores o hasta en un concierto de los protagonistas. Así, esta reseña nos lleva a una fuerte hornada surgida los últimos años en las Islas Británicas pero que seguramente tiene su embrión en lo que supusieron la fundación de
Foo Fighters o ese alter ego de
Green Day , “American Idiot”, ambos de los Estados Unidos. Hablamos de ese filtro que pasa del género radical a un género más transversal y, naturalmente, de una escena “underground” a una difusión más potente.
Y es que
Boy Jumps Ship , que estrenan el EP “Lovers & Fighters” (Rude Records) traen desde Newcastle ese -a veces, dicho demasiado de carrerilla- denominado pop-rock que, a base de estribillos adictivos, una tímida evocación a un estilo más puro y mantener un ritmo medio, intenta templar el rechazo de los más foráneos y convencer a los más puristas, y llegar así –intentando mantenerse- a un cierto nivel de repercusión. Agitando una coctelera que aúna el punk más desgarrado y potente de
Polar Bear Club -se nota el peso de estilo del cantante y guitarra Si Todd, inspirado y honrando con sus influencias-, el easy-core de cambios de ritmo marcados y eficaces en estimular cuerpo y emociones; y ese toque épico, convincente y emotivo, por ejemplo, en “Make You Proud”, marca de la casa de británicos como
We Are the Ocean o
You me At Six. Es inevitable ir nombrando bandas, y menos estas dos últimas como ejemplos de líderes de este rock grandilocuente de imagen juvenil y rebelde a la vez; bebedor de grandes sub-géneros de lo alternativo como el post-hardcore y el pop-punk, ganando un gran apoyo, sobre todo, en el género femenino. La música también es importante en algo más allá de lo revolucionario y lo virtuoso, llamadlo determinación de un modo de vida, llamadlo catalizador de sentimientos, hermanamiento, etcétera. La juventud vive una época oscura, “no future”, solitaria, y quizás en esta familia de grupos se busca hacer piña, un bloque que responde a este sonido motivador y directo, como diciendo “lo queremos, ¡y lo queremos ya!” -¿qué os dicen las cotas de ilusión y coros de una canción titulada como “Start a Riot”?-.
Así,
Boy Jumps Ship se suma, aportando mimbres serios como el interludio instrumental de “Still Alive” y estribillos que despertarán coros multitudinarios como el de “We`re Not Giving Up” -notablemente fundido con unos riff enlazados entre lo colorido y lo agresivo-, a esa escuela antes descrita y que, hecho que hay que puntualizar por su importancia, se encuentra huérfana de un “gran disco” con gloria unánime otorgada por crítica y público, de un clásico con mayúsculas -por mucho que
The Maine o Young Guns lo estén intentando también, y les sobren galones para lograrlo-. Sobran razones para tocar lo que a cada uno le guste. Y es que la música agrega y crea colectivos, es social. Y, ¿quién sabe?, puede que este estilo un tanto previsible, pero que llena de ilusión, un día se alce con más de un rey en forma de disco de culto. Público y buenos músicos tienen.