Los australianos
The Amity Affliction están de regreso con un nuevo trabajo discográfico titulado “let The Ocean Take Me”. Un disco que viene a suceder a “Chasing Ghosts”, LP que en lo personal nos decepcionó sobremanera ante la exhibición de tanto tópico de género, encuadrado en la rama del posthardcore sobreproducida que ya cultivaron, como dijimos, bandas como
Saosin y
Story Of The Year (entre otros). No obstante, dos años después nos ofrecen esta nueva entrega. Una especie de disco temático dedicado al océano, como metáfora de lugar inhóspito y peligroso, motivado todo ello por alguna experiencia cercana a la muerte que Joel Birch (vocalista del grupo) sufrió durante la celebración del Warped Tour 2013; lo cual ha inspirado unas canciones y, sobre todo, unas letras, que tratan de desgranar la sensación que produce el luchar contra la ansiedad y la depresión, según confirmó el propio Birch.
Sorprendentemente, y aunque el disco sigue anclado en algunos clichés de los que el grupo parece no querer desprenderse, el álbum suena con un enfoque ligeramente distinto a su predecesor. Como un paso hacia adelante. El sonido sigue siento gigante y cristalino, producto de una producción dirigida por Will Putney, quien ha trabajado con bandas como
Four Year Strong,
Suicide Silence o
A Skylit Drive, entre otros; con lo cual, puedes hacerte una idea del tipo de producción de la que hablamos. Esto, per se, no es ni bueno ni malo, pero también cae en los tópicos en cuanto a sonido y recursos empleados se refiere. No obstante, como decíamos, las composiciones se centran en intentar transmitir la sensación de amplitud que se persigue con el tema principal del disco, dejando espacio suficiente como para no sonar demasiado saturadas, aunque mostrando una riqueza instrumental verdaderamente interesante.
No obstante, el problema principal del que adolece este álbum es la monotonía. Las canciones ganan (muchos) enteros cuando las escuchas por separado, pero llega a resultar monótono cuando lo escuchas del tirón, pese a que el LP sólo cuenta con un total de diez temas; y todo por culpa de la repetición de estructuras y del manoseo de recursos, tan desgastados a estas alturas de la película. Aun así, existen momentos interesantes, como el final de “Never Alone”, donde una conversación telefónica sucede sobre una línea de piano mortecina, creando un remanso de tranquilidad que enlaza perfectamente con el inicio de “Death’s Hand”, un tema que se desata tras una introducción atmosférica y lejana. Atmósferas que la banda irá recreando a lo largo del LP, dándoles una mayor o menor presencia, según el tema en cuestión.
Así, para los más puristas -y para los menos también-, es probable que no se trate del mejor disco de metalcore del año (eso serían palabras mayores). Y es que la falta de originalidad es un mal endémico de este género, algo que empieza a hacer mella en aquellos que no apuestan por dar una vuelta de tuerca más, convirtiéndoles –al menos de momento, y mientras dure la tendencia- en carne de cañón para las ediciones recientes del Warped Tour y similares. Quizá sea ese el fin de todo -o no, esto ya es aventurarnos demasiado-. Pero tampoco hay que negar al César lo que es del César.
The Amity Affliction han creado un disco que, si bien no destaca en demasía, sí posee ciertas cualidades dignas de tener en cuenta; y mejora, notablemente, lo que intentaron llevar a cabo en su anterior trabajo discográfico. Ya sólo por eso, concedámosles el beneficio de la duda, porque si en algún momento se deciden a salir de esta especie de zona de confort en la que se encuentran, el resultado puede ser realmente interesante.