The Cape Race es una banda de Manchester que debutó en 2011 con un primer EP titulado “Now, Voyager”, autoeditado y distribuido de forma gratuita a través de su propia página web –hecho que, posteriormente, les llevaría a crear su propio sello para la edición de este LP: Ten Letters-. Ya por entonces, la banda logró captar la atención de muchos, practicando un rock grandioso, de sonido amplio y brillante, con grandes coros y una producción orientada a exprimir esa faceta al 100%. Así pues, sus referencias en su nuevo LP, "Home, Truths", parecen evidentes: bandas como
Jimmy Eat World en “Chase This Light” nos vendrán a la memoria en estribillos como “You Should Have known”, por poner un ejemplo.
Sí, sabemos que muchos estaréis mirando a esta banda con cierto recelo, pensando que, quizá, ya tenemos aquí a otro grupo que pretende llegar al estatus de banda llena-estadios y a la grandilocuencia de otros artistas. Bueno, es imposible negar que The Race Cape ha perfilado catorce temas con un potencial más que evidente para ser coreados por miles de personas pero, ¿sería eso motivo suficiente para no darles una oportunidad o colgarles determinada etiqueta? No, porque
The Cape Race han conseguido elaborar un LP que, al margen de lo inmediatos que resulten sus pegadizos estribillos, contiene una base musical que supera con creces a cualquier prejuicio que su presentación pueda llegar a originarte.
Así pues, bajo la producción de Peter Miles -que ha trabajado con bandas como Dry The River, The King Blues o
We Are The Ocean -, la banda logra un sonido detallista, basado en la presencia de dos guitarras que, sin abusar de la distorsión –más bien al contrario-, logran tejer un colchón melódico sobre el que asentar una base rítmica imponente y unas líneas melódicas muy pegadizas, con la presencia de algunos arreglos que, sin ser demasiado intrincados, dotan de dinamismo a los temas. Así, en cortes como “Now, Voyager” –que cierra la edición estándar del LP-, el planteamiento estructural puede recordar a bandas como Mumford & Sons, pero en eléctrico y eliminando el aspecto folk. En ese caso, se trata de un tema que se desata en un break instrumental que resume a la perfección lo que estamos describiendo. No obstante, es posible que “Digging For Gold”, primer corte del disco, sea un mejor resumen para describir el sonido de este grupo: cinemático, in crescendo, grandioso y en progresión hacia estribillos que buscan el éxtasis; idea que, muy probablemente, perseguía
Tom DeLonge en el disco debut de
Angels & Airwaves , con un resultado notablemente diferente. No obstante, la banda también tiene ocasión de desplegar temas más oscuros, que juegan a texturizar la voz y el bajo, intentando plasmar cierto ‘groove’, como ocurre en “Vines”. Lo paradójico del asunto es encontrarse con una banda que suena a ‘llena-estadios’ cuando, en el momento actual, se encuentran bastante alejados de esa estampa.
En definitiva, estamos ante un grupo que, en una demostración de autoconfianza impresionante, pese a todos los problemas para editarlo, ha facturado un LP basado en una fórmula grandiosa, desarrollada hace tres años, exprimiendo al 100% unas composiciones cuya pretensión es describir atmósferas y generar esas imágenes etéreas a las que nos tienen acostumbrados bandas como 30 Seconds To Mars o
Jimmy Eat World. Sin duda, este quinteto tiene su mirada puesta en bandas como Kings Of Leon y Coldplay, pero echando un vistazo, aunque sea de reojo, a sonidos que no se despegan del rock en el sentido más amplio de la palabra, quizá más cercanos a unos
Foo Fighters menos distorsionados. Existe en ellos una suerte de equilibrio que da la impresión de estar a punto de saltar por los aires, entre la delicadeza de versos melódicos, y estribillos que buscan la explosión y el grito sin filtros; y eso engancha. Habrá que seguirles la pista.