A la hora de recuperar el álbum debut de los escoceses
Biffy Clyro , que hoy en día ya es uno de los grupos británicos más populares dentro de la escena alternativa, nos ha parecido interesante hacer una comparativa entre el embrión –representado, quizá, por este LP- y el enorme animal en el que se ha acabado convirtiendo el grupo. Más allá de nuestras preferencias o gustos personales, surge la siguiente pregunta: ¿por qué destacar este álbum y no alguno del trinomio “mainstream” “Puzzle”, “Only Revolutions” o “Opposites? Pues porque el primer LP del trío, siempre formado por los gemelos James y Ben Johnston -bajo y batería, respectivamente- y el influyente Simon Neil -voz y guitarras-, es un buen resumen de lo que es el catálogo de recursos de
Biffy Clyro. En pocas palabras, “Blackened Sky” rompe y construye a la vez, altera el orden, adorna, pero la línea se mantiene orientada hacia una misma dirección, que confirmarían en entregas posteriores.
Y es que, no en vano, en 2001 Simon Neil contaba con 22 años de edad. Un chaval con todas las ganas de regalarle sus frutos a la música que le ha hecho gozar. Y centrarse en Neil es entender a
Biffy Clyro. Este primer disco es la mejor oportunidad de conocer cómo los acordes, aparentemente disonantes, la conjunción chocante de quintas y melodías -a priori repelentes entre ellas-, choca con las influencias y estructuras, efectivamente tradicionales y clásicas, de las canciones escritas. La apertura “Joy.Discovery.Invention” no va más allá de entonar el estribillo dos veces y alargarlo tras el explosivo clímax, pero la introducción ya te dice algo interesante. Suena a nosotros mismos cogiendo una guitarra y tocar al azar algunas cuerdas. Recuerda a nuestros inicios conociendo el instrumento. El hilo conductor de “Blackened Sky” prosigue surcando el “emo” elegante y retorcido de
The Get Up Kids y Sunny Day Real State –como podrás comprobar en temas como “27” o “Justboy”-, pasando por auténticas fórmulas pop punk basadas en coros y melodías tan inexplicable como obviamente adictivas. No exentas, por supuesto, de genialidades como el recurso coral que muestran cortes como “57” -una de las canciones más aclamadas de la banda-. Añadido, por supuesto, a ese sonido inconfundible que traza el inverosímil juego con el mástil de Neil, una suerte de caleidoscopio que da otra visión al pop-rock en su término más amplio. Ese gancho da una agradecida guía a rincones más ricos, como el aporte post-rock que es la apocalíptica “Stress on the Sky” o el galimatías rítmico que sueltan los gemelos en “Convex Concave”.
En conclusión, “Blackened Sky” supone escuchar a los actuales
Biffy Clyro desde sus ideas más primarias, una apuesta por su sonido diferenciador desde un sonido tradicional -reconociendo que solo en “Infinity Land” descubrimos a unos
Biffy Clyro más experimentales-, pero más cercano al grunge y el post-hardcore, incluso su suciedad, que al indie-rock más asentado. Variado como toda su discografía, exquisito en lo bien encajado que le quedan a las baladas, los “hits” y los dejes más complejos; como una estructura elaborada en las cuerdas retorcidas de Simon Neil y remachada firmemente por los gemelos Johnston. Un clásico, un básico para entender la música de uno de los grupos más importantes del siglo XXI.