No cabe duda de que con la trilogía “Llorar, Luchar, Reír”, los pamploneses Marvin iniciaron en 2013 un nuevo ciclo como banda. No son pocos los que han advertido un ligero cambio en lo musical, pero intuimos que los cambios van mucho más allá de eso. Marvin se han hecho mayores –aunque algunos sigan empeñados en etiquetarlos como “promesa” o “noveles”-, y en el camino –del mismo modo que nos ocurre al resto de personas-, las obligaciones, quehaceres del día a día y de la edad, así como los cambios de prioridades -o, simplemente, de parecer-, han dejado su mella particular en la banda. Es lo interesante de observar las evoluciones de las bandas que acumulan carrera año tras año: su evolución como grupo humano. Así pues, a la marcha de Eneko –actual bajista de Dawn Of The Maya-, se suma la salida del grupo de Andrés por motivos personales, que dio paso a una reestructuración de la formación con la incorporación de Jimmy Huarte, quien asumió el papel del bajo, mientras Iñigo García pasó a tocar la guitarra.
¿Es esto un elemento crucial a la hora de interpretar el sonido del grupo? No. No nos parece que haya sido algo determinante –al margen de las apreciaciones que cada uno pueda realizar en los directos del mismo-, porque ese ‘cambio’ del que todo el mundo habla, ya se produjo con la composición del EP “Llorar”. Y es que, al fin y al cabo, “Luchar” es la continuación lógica de “Llorar” y el paso previo a “Reír”. La fórmula elegida por la banda al publicar tres EPs en lugar de un LP, les ha servido para dos cosas: una, racionarse como grupo, manteniendo una constancia más prolongada en el tiempo; y dos, que los temas adquieran mayor protagonismo por sí mismos. De haber hecho lo contrario, el disco resultado hubiese tenido menor empaque que el conjunto de los tres EPs, dado que los temas no muestran la misma diversidad que sí mostraron en “Marvin” y “Olvidar Lo Aprendido”. Así pues, en este EP encontramos las mismas virtudes y ‘defectos‘ que encontramos en “Llorar”. Por un lado tenemos el buen trabajo en la creación de melodías, aunque entre sí suenan demasiado parecidas; por otro, tenemos un excelente trabajo de los coros, aunque en ocasiones suenen poco naturales; y por último, las letras en castellano, algo que ya se ha demostrado que funciona la mar de bien a la hora de contar historias entre el público estatal, aunque aún siguen mostrando problemas a la hora de cuadrar la métrica –algo realmente complejo en castellano, dicho sea de paso-. No obstante, se aprecia una menor intensidad en las melodías principales, algo bastante opuesto a lo que mostraron en “Olvidar Lo Aprendido” (probablemente su mejor entrega hasta la fecha), más monótonas y con menos pegada.
Estamos hablando de una impresión personal, que no tiene por qué coincidir con la sensación predominante, pero aún con todo, tenemos la sensación de que esta trilogía, a falta de escuchar su última entrega, es una suerte de transición. Un período de adaptación a la multitud de cambios que el grupo ha experimentado en apenas dos años y, sobre todo, la búsqueda de nuevos matices en un sonido que, sin duda, está cambiando. No sabemos si estas dudas serán despejadas en “Reír” –quizá haya que esperar a un nuevo trabajo más allá de la trilogía-, pero sabemos que el grupo sabrá arreglárselas para seguir con su camino. Sea cual sea la decisión que tomen.