Transit es un grupo musical de esos con capacidad para hacerte sentir en un lugar concreto: su lugar. Más allá de explotar reacciones sentimentales, a medida que va consolidándose su obra, granito de arena a granito de arena, en la parcela donde se construye, se instalan bajo tierra unos cimientos gruesos, alejando la idea de que su papel en la escena sea itinerante, cual evento cultural. La analogía es inevitable, y su cuarto LP -“Young New England”- ratificó la ponderación por parte de Transit a la hora de trasladar su tono amable a ambientes de hoja caduca y dorada, cálidos y húmedos. “Joyride”, quinto lanzamiento que hoy nos ocupa, continua con la apuesta inicial de la banda. Ese cruce de sangre caliente, un escenario que les es muy familiar, y la expresión sentimental más trivial -a veces banal y cruel, como en la proporción edad/alcoholismo narrada en “Nothing left to Lose”-. Todo con el dibujo de tramos muy detallistas, consiguiendo que se intuyan lugares brillantes; un escenario con ciertos detalles que les hace acreedores de un buen grado de distinción dentro de lo que sería la simple estructura del punk-pop.

Simple, o no tanto. Es cierto que nos encontraremos, en “Joyride”, con otra serie de “versos y estribillos” -algunos aglutinantes como “Sweet Resistance”, una declaración de intenciones-; pero la banda ha dado un paso adelante y se atreve -algo que nos recuerda a Relient K y The Menzingers - a introducir pequeñas canciones dentro de otras, por así decirlo. Toda una sorpresa nada más aventurarse en el LP y descubrir la efervescente “The Only One”. Así, el disco gana mucho en interés, sumado a su irresistible gancho ambiental. Sabe despertar la expectación, haciéndonos esperar el germinar de una nueva “mini-canción”. El trabajo vocal de Joe Boynton vuelve a ser parte del escenario inconfundible de Transit , con su registro agudo -en el que puedes imaginarlo sonriendo toda la canción-, y el más grave y “macarra”, para cuando toca recorrer las escenas oscuras de, por ejemplo, Boston. Torre Ciofi vira levemente hacia un trabajo de guitarras ‘back to basics’, reduciendo arreglos y usando acordes más sordos y gaseosos; pero la constante seguirá siendo el punteado, las notas marcadas y la conjunción colorida con la melodía rítmica a cargo del bajo de P.J. Jefferson -quien recuerda al estilo de Mark Hoppus-. La constante sigue siendo la misma, pero se añaden detalles, criaturas escondidas en este lugar exótico que provoca nuestra vuelta al mismo.

Así, Transit agranda un poco más su territorio anclando, al mismo tiempo, otro tanto sus cimientos en la escena vanguardista del pop punk norteamericano. Con el riesgo justo, en proporción a su escaparate, de ensanche lento pero fructífero, han sabido añadir novedades sin romper con su capacidad de ofrecer un espacio único en una música sin vanidad. Se respira humildad y, a la vez, candidez de quienes enseñan su hogar como nadie sabe. Transit son anfitriones que dominan la ruta y los puntos clave; y aciertan mostrando aquello que engancha de un lugar, que responde a su nombre, convirtiendo a “Joyride” en una novedad en esa jornada de ocio y paseo en busca de un lugar especial a la vez que familiar. No deja de ser pop punk con espíritu y ciertas reminiscencias “emo” de otros lustros, al estilo Saves the Day , pero sin dejar de lado cierta “sangre” caliente en temas candentes.