Uno de nuestros grupos favoritos está de regreso con un nuevo y esperado disco de estudio. “Rats In The Burlap”, que así se titula este LP, viene a dar continuidad a la carrera discográfica de una banda que, más allá de sus composiciones, parece vivir única y exclusivamente para estar de gira por todo el mundo. Como si de un grupo de trotamundos se tratase, los miembros de la banda parecen nutrirse de las vivencias que les proporciona la carretera. Las mismas que, además de sus inspiraciones folkies, acaban inspirándoles para componer nuevas canciones. Abanderados, entre otros artistas, de ese peculiar estilo que algunos han convenido en llamar celtic-punkrock, la banda liderada por Paul McKenzie celebra así su vigesimotercer aniversario en activo, y lo hace con todas las garantías que un grupo como éste puede ofrecer a estas alturas de su carrera: un álbum contundente. Y ya van nueve.
Con estos precedentes, y previo a cualquier escucha, uno podría preguntarse… ¿qué es lo que les queda por decir? Y sobre todo, ¿qué van a ofrecernos tras haber publicado un disco como el maravilloso “Westwinds”? Pues justamente lo que hemos indicado más arriba: un disco más directo, que va más al grano y que se muestra más inclinado hacia su vertiente punkrock. Así, mientras “Westwinds” parecía navegar en aguas algo más melancólicas, “Rats In The Burlap” parece querer ir al grano, a meter el dedo en la llaga y a escupirte de un modo más directo. Y algunos van a agradecerlo, porque sin ser un disco demasiado bruto en términos de sonido, sí que suena bastante más áspero que, al menos, sus dos entregas anteriores; pero manteniendo de un modo magistral el equilibrio necesario para conservar todo el poso celta, que sigue evocándonos un tipo de imágenes muy concreto.
Así mismo, la temática del disco oscila en torno a las vivencias del grupo durante sus giras, además de la inclusión de elementos con cierto toque de compromiso social, algo que podrás comprobar en canciones como “Who’d a Thought” o “You Wanna Know”. Pero también hay lugar para el humor, con un tema dedicado a un gato que tuvo cierto percance con Paul, un tema titulado “Bootsy the Haggis-Eating Cat” que, al margen de lo cómico que pueda resultar la letra, en lo musical se inmiscuye en un territorio la mar de interesante, que roza la influencia de artistas como Tom Waits, mostrando un sonido influenciado por la sonoridad del jazz y el blues. Un tema con un potente poder evocador, y que nos hará imaginar escenas oscuras de bar, en cualquier rincón de Chicago, New York o Detroit.
Como ya mencionado anteriromente, probablemente estemos ante el disco más punkrockero de su carrera en los últimos tiempos. En ese aspecto es bastante refrescante, pero al mismo tiempo resulta curioso, porque de lo que te acabas dando cuenta es de que lo que mantiene el sonido de
The Real McKenzies empastado y coherente disco tras disco son las melodías. Es evidente que la instrumentación juega un papel determinante a la hora de establecer esa especie de sello sonoro; pero el verdadero esqueleto reside en Paul McKenzie, su inconfundibe voz, y su estilo personal para componer las canciones.
¿23 años ya? Pues esperemos que sea por muchos más.