Los amantes del pop punk más melódico de toque californiano están de enhorabuena. No ha sido fácil y ha tomado su tiempo, pero Hit the Lights traen con “Summer Bones” algo más que su mejor disco. Para muchos será su primer disco en todos los sentidos. Un dos en uno que incluye el éxito que importa, el de catalizar de forma seria la locura de una pasión, junto el quedarse en la senda que les ha traído hasta aquí. El camino hasta este cuarto disco, sea como haya sido, ya es historia y toca disfrutar el presente de un nuevo LP, que se siente más digerible, energizante y, por supuesto, alegre y orgulloso. Como si se tratara del paso por una escuela homogeneizada y dictada por programas educativos que penalizan el error y solo acepta lo infalible -esa invitación a empachar de pop para ensanchar la estanteria del mismo género-; Hit The Lights están liberados y “Summer Bones” suena ambicioso y equilibrado, haciendo del LP una secuencia de bases firmes para sostener todo lo que quieren abarcar -y no es poco ni mucho menos-. Dicho de otro modo, este disco no debería dejar indiferente a los aficionados a esa la maquinaria de hacer riffs pegadizos, de potente músculo rítmico y de voz juvenil que un día fueron All Time Low.

Por una parte, el mérito al disfrute que da este disco reside en el palpable esfuerzo en dar algo más que estribillos. Los magníficos estribillos de “Life at Bottom” o “No Filter”, que son un pasadizo en el tiempo a lo que reventaba radios a principios de siglo, bastan para quedarse pegados a nuestra cabeza. Pero no es suficiente acaparar todo el protagonismo en ese poder maquiavélico que no se despega, y Hit the Lights han diseñado un armazón que convierte ese aspecto en algo vedaderamente contundente. Cuerpo a cuerpo, como si se estuviera en la sala de conciertos. La apertura de “Fucked Up Kids” y sus guitarras relámpago, que son una bomba de metralla; o -la más hardcore- “Revolutions and Executions”, que vira drásticamente el uso de las seis cuerdas para hacerte sentir dentro de una onda expansiva a cámara lenta. Es complicado afirmar si tiene algo que ver la vuelta de Colin Ross al micrófono -ausente más de un lustro-, pero su voz aguda y brillante teje una fibra irrompible junto a la parte instrumental. Habrá a quien le pegue una voz más bruta o callejera, pero partes vocales como “The Real”, con esos dejes casi rapeados que a veces se dejan oír en el género, constituye la guia rítmica para los punteados. Las técnicas son amplias y el trabajo melódico invita a adentrarse en las perfectamente engrasadas canciones de “Summer Bones”.

Así, Hit the Lights han golpeado con fuerza las brases, y han controlado el calor y las ascuas para que el plato sea suculento y esté en su punto. Todo sin escatimar en espectáculo y celebración. “Summer Bones” suena a llegada por la puerta grande, una celebración a la altura; y, en efecto, una inauguración que puede calar a mucha gente. La gran pista es el tema que da nombre al disco, una oda a la seguridad de sentirse en casa y la reflexión de que, aunque haya que moverse tanto como para que la aventura sea por momentos trágica y decepcionante, eso mismo acaba teniendo su premio. Y, sobre todo, hace saber que una historia no tiene por qué tener un gran final para ser recordada. Las hay que, simplemente, narran una época y siembran la trama para que continúe en el interior de aquél con quien se comparta. Eso es lo que han conseguido Hit the Lights: seguir el camino y hacer pensar en cómo va a seguir. Porque es un auténtico gozo.