Si eres un fan del viejo hardcore, de la escena que lo creó todo porque quería destruirlo todo, de las bandas que estaban hartas de la sociedad alienante en la que vivían y se dedicaban a gritar toda su rabia más fuerte y más alto que los demás,
Chaos Delivery Machine te va a encantar. La formación la conforman las caras conocidas de Fletcher Dragge, (
Pennywise ) Jason Page y Justin Thirsk (ambos de 98
Mute ). Este último es el hermano del fallecido Jason Thirsk, uno de los miembros fundadores de
Pennywise. Con todo esto seguro que deducís un obvio parecido con dicha banda, pero en realidad el sonido de
Chaos Delivery Machine está mucho más cerca de los grupos fundacionales de la escena hardcore californiana como
Black Flag , The Germs o Circle Jerks.
Entrando ya en las características del disco en concreto, Burn Motherfucker Burn ha estado en el horno ocho años, gestándose a fuego lento tras la publicación de Manifesto en 2005. ¿Que por qué? Porque los tres son amigos desde hace muchos años y este proyecto nació de esa circunstancia; así que se dedican a componer en su tiempo libre, en los huecos que les dejan sus obligaciones y compromisos musicales paralelos. Con tantos años invertidos no nos sorprende que hayan empaquetado hasta 20 temas, que, por cierto, no nos dan a penas respiro. Desde los primeros segundos de “Underground Thought Patrol”, en donde repiten como un mantra el título del álbum para dejar claro que se van a quemar las gargantas, ya no paran. Velocidad, voces más escupidas que cantadas, transiciones rápidas y mensajes rabiosos condensados normalmente en ese canon de uno o dos minutos tan típico del punk old school. En ese sentido, “Dispatches From The Psych Ward C” es la que más se sale de la norma, alargándose hasta casi los cinco minutos de duración, aunque conservando la intención de meter el dedo en la llaga y narrar lo asquerosa que ha sido la historia de este mundo.
En estos términos, Burn Mothefucker Burn está rodeado de un nihilismo perturbador, una crítica constante y agresiva en la que no tienen miedo de ser explícitos. A veces es dolorosamente incómodo, como el final de “God Of Prey”, que es horriblemente real y he tenido que pasarlo. Pero en eso consistía el hardcore punk en sus inicios, en ser crudos y directos, exponiendo lo más reprobable y vomitivo de la sociedad tal cual es. Es decir, una sociedad brutal, sucia, hipócrita y cruel; sobre la que hacen repaso atacando a todos los elementos coercitivos del Estado, la Iglesia y, en general, el sinsentido que ha creado la humanidad para revolcarse en su propia retroevolución. Desde luego temas como “Kill, Kill, Kill!”, “Tragedy Of The Commons”, “A Statistical Insignificance”, (con una voz chillona muy desagradable suponemos que con el objetivo de molestar), “No Nation Under God”, “Where The Sidewalk Ends”, “And Then There Were None” o “Nevermind” (que no te engañe su inicio tranquilo) no dejan indiferente a nadie. No ya sólo por las letras, sino porque musicalmente esa fuerza rápida y casi caótica, ese bajo penetrante, esas guitarras poderosas y distorsionadas, nos transmiten las mismas vibraciones que nos transmitiría un grupo de hardcore punk a finales de los 70. Salvando las distancias, claro, pero con una más que evidente influencia de todos sus elementos.
Podemos decir que Burn Motherfucker Burn sobresale como un álbum ruidoso, incisivo y auténtico, porque se percibe como un ejercicio absolutamente libre en donde tres amigos se reúnen para tocar y cantar sobre lo que les apetece. Y esa falta de filtros es totalmente pura, mandan todo a tomar por saco, meten músculo y velocidad sin preocuparse por entonar buenas melodías vocales ni nada por el estilo. ¿Qué es eso de cantar? Ni de coña. Lo importante es volcar el enfado y la ira, ser francos y rotundos, crear caos y potencia sonora hasta que te duela la cabeza.
Chaos Delivery Machine suena a viejo (con todo lo bueno de lo viejo), pero es nuevo (con todo lo bueno de lo nuevo). Una máquina hardcore con espíritu old school y pocas ganas de hacerte perder el tiempo.