A veces no es fácil encontrar un punto medio para juzgar los discos de aquellos grupos con integrantes un tanto problemáticos. Ben Weasel es un tío con unas cuantas polémicas a sus espaldas, quizás en la misma onda que gente como Fat Mike, Kris Roe o Scott Russo (por citar sólo algunos), con algunas conductas que generan animadversión entre muchos seguidores de la escena. Si te gusta su música, toca distanciarse de las polémicas para poder valorarla con cierta objetividad. Baby Fat Act 1 es un álbum, al menos, diferente a lo que ha sido
Screeching Weasel hasta el momento, así que interesa ver si el resultado es del todo convincente.
El proyecto está concebido en dos actos, es decir, en dos discos. Y este es el primero. El planteamiento está alejado del estilo sonoro de pop punk rápido y melódico que tan bien maneja
Screeching Weasel , acercándose más al concepto ópera rock. ¿Sorprendidos? Es normal. No es que muchos grupos de pop punk se prodiguen en estas lides. Tras los innumerables cambios de formación a lo largo de su trayectoria y la mala sintonía de Weasel con Fat Mike, la banda dijo adiós a Fat Wreck (¿o Fat Wreck a la banda?) y Ben empezó a urdir esta idea basada en la ópera italiana Rigoletto. No, no es broma. Weasel ha dicho que se inspiró en ella para componer Baby Fat. No sabemos exactamente de qué forma, pero hay que reconocerle la valentía por intentar algo tan ambicioso.
Lo primero que puede sorprenderte es encontrar un total de 27 canciones, pero tampoco es extraño viniendo de una banda que siempre ha tenido tendencia a sacar discos aparentemente largos, pero con muchos temas cortos. Esta estructura se mantiene, esta vez con muchos cambios e irregulares intentonas por incluir una instrumentación más variada y teatral. Desde la intro “Il Tremendo Fantasma (Baby Fat Overture)” sabemos que no va a ser un álbum de
Screeching Weasel al uso. Lo distintos que son entre sí cortes como “All Winter Long”, “Creeping In Silence” o “I’m A Lonesome Wolf” descoloca y se incluyen muchas voces distintas (Blag Dahlia de Dwarves, Kat Spazzy de Spazzys o Roger Lima de
Less Than Jake entre otros) para contar la historia de todos los personajes, por lo que cuesta mucho reconocerlo como un disco de
Screeching Weasel. Después están los intervalos instrumentales “Satan Leapt” y “Disharmony”, tan sobrantes y fuera de lugar que incluso molestan. Hay, sin embargo, momentos muy interesantes, estribillos efectivos y una intención creativa nada despreciable.
Las señas de identidad del grupo siguen presentes en temas como “So Long, Mojo”, “Kewpie Doll”, “Baby Fat’s Got a Girlfriend” o “Poveretta”, cuando se olvidan de esa producción tan mastodóntica y se acercan más a la melodía
Screeching Weasel que nos gusta. No es un disco tan festivo y ramoniano como cabría esperar de la banda, es un terreno nuevo y, en este sentido, parece que pisan sobre él con cierta inseguridad. Con una ópera punk rock siempre se aspira a una mayor epicidad y grandiosidad, es algo que va implícito, y parece que han querido incluir demasiadas cosas para lograrlo. Además, Ben Weasel a penas canta, lo cual es extraño. A lo mejor el truco está en olvidarnos de que es un álbum de
Screeching Weasel y entenderlo como un puzzle de muchas voces y elementos, una especie de colaboración.
Dicho esto, cualquier grupo tiene el derecho a probar cosas nuevas e intentar expandir su sonido. Aunque no sea lo que mejor hacen, se respeta y se comprende la intención que hay detrás de Baby Fat Act 1. Quizás cuando escuchemos la segunda parte, el trabajo nos suene mucho más redondo y robusto. Pero da la impresión de que son demasiadas canciones, demasiadas ideas y, en general, demasiada mezcla. Aún así, no podemos dejar de apreciar el esfuerzo.