Hay ocasiones en las que cuando escuchas a una banda determinada, pongamos a Jimmy Eat World como ejemplo, intuyes que detrás de toda la distorsión, del sonido eléctrico, y de lo actual que pueden llegar a sonar –e incluso habiendo aparecido en un momento muy concreto que les encuadró dentro de la escena emo de los 90-, existe algo más. Generalmente no es algo demasiado evidente -excepto en casos como el de Green Day en su última trilogía, que tiraba descaradamente al garaje y rock ‘n’ roll-, sino que más bien aparece en forma de fraseos, licks, formas que adquieren algunas armonías… es decir, elementos casi ocultos. Son detalles que te hacen comprender que tras la cara que conoces de un grupo, se esconde un sustrato de influencias que va mucho más allá, y mucho más atrás en el tiempo, de lo que quizá el público masivo pueda llegar a sospechar. Si se piensa, es algo normal. Los músicos, por lo general e independientemente del género que practiquen en un momento determinado, escuchan música de lo más variada (o queremos creer que es la práctica más generalizada), y eso, como es lógico, acaba repercutiendo o, mejor dicho, asomando en algunas de sus composiciones.

Lo que suele ocurrir a continuación es que alguno de los miembros de esa banda en cuestión, en solitario, acaba dando rienda suelta a la influencia de esos artistas que le han ido inspirando a lo largo de los años, publicando algo de la talla de lo que Jim Adkins , frontman de Jimmy Eat World , ha ido mostrándonos en las últimas semanas en forma de singles, y que aglutina en este EP titulado “I Will Go”. Se trata de una pequeña maravilla compuesta por seis canciones –algunas originales y otras versiones- que recogen los ecos de artistas como Roy Orbison en el tema que da título al EP, o de los Everly Brothers en la versión del “Give Me A Sweetheart”. Se incluyen dos versiones más, “Don’t Act Like Your Heart Isn’t Hard”, de Beck, y “Girls Just Want To Have Fun”, de Cindy Lauper. Dos temas excelentemente traídos a su terreno, intercalados con sendos originales: “Love Don’t Wait”, una canción que comienza de un modo muy simple para ir creciendo de un modo casi constantemente hacia una catarsis que va densificándose según avanza la canción; y “Hell”, una canción que, contrariamente a su título, muestra un espíritu más alegre, una curiosa paradoja. Todos ellos acaban componiendo un cuadro muy bien pintado. Breve, pero elaborado bajo la perspectiva de crear un todo con una consistencia y un cuerpo muy concreto, con una coherencia muy específica, plasmada en una producción que mantiene unas constantes muy bien perfiladas, que contribuyen a generar esa sensación de “disco” como bloque, de un todo, pese a estar elaborado por tres temas propios y tres versiones.

Destaca el empleo, por ejemplo, de una sección de metales en algunas de las canciones; un elemento que contribuye a crear ese toque clásico que tan bien sienta a temas como “I Will Go” y que ayuda a diferenciar, a todas luces, este nuevo proyecto en solitario con respecto a su banda de origen -aunque posteriormente, en “Hell”, se acerque mucho a lo que Jim viene practicando en Jimmy Eat World , por esa mezcla de melancolía, optimismo y electricidad-.

En definitiva, estamos ante el pistoletazo de salida de lo que podría ser una más que prometedora carrera en solitario. Y no es que Adkins no haya hecho alguna excursión previa a solas más allá de Jimmy Eat World –Go Big Casino fue, años ha, un proyecto paralelo que se antoja ahora como una suerte de embrión de lo que hoy tenemos entre manos-; lo que ocurre es que en esta ocasión la intención se ve mucho más clara, tanto en la actitud como en las composiciones. Esperemos que éste sea sólo el primer paso, porque intuimos que puede darnos muchas alegrías.