Algo más de tres años han tenido que pasar para que Dikers publiquen, por fin –y en forma de autoedición-, un nuevo trabajo discográfico. Tres años en los que, intuimos, han sucedido muchas cosas; o, al menos, las suficientes como para que sean perceptibles en el seno de la formación. Por un lado, la banda regresa con un nuevo cambio en sus filas tras la incorporación de Ibán Viedma en el bajo, quien viene a sustituir a Ubaldo Puente; y por otro, el incremento de acidez y compromiso en las letras del grupo. Y es que uno supone que, por mucho que alguien quiera mantenerse neutral acerca de según qué temas, la realidad proporciona día a día tal dosis de mosqueo –y de realidad, valga la redundancia-, que es inevitable hacerse eco de un modo u otro. Lo contrario, quizá, sería autoengañarse durante demasiado tiempo. Ponerse una venda en los ojos que no lleva a ningún sitio.
De esta forma, en “Vértigo” -que es como se titula este nuevo disco-, Dikers suenan realmente contundentes, afilados y oscuros, especialmente en lo referido al apartado lírico del disco. La banda ha decidido eliminar cualquier filtro y habla alto y claro en temas como “Molotov”, un título la mar de sugerente para una canción que habla sin tapujos acerca de la estafa que supone la situación política actual para la ciudadanía en su conjunto, dejándose algunas líneas, incluso, para criticar al papel que desempeñan los medios de comunicación. Pero no acaba aquí el nivel de crítica del grupo, sino que se enreda contra el esnobismo cultural en temas como “Pretencioso”, una canción que hace una crítica abierta a lo absurdo del elitismo musical, así como al estereotipo de la figura del personaje culto actual, que se perfila casi como un ser único que, en realidad, no es más que una víctima del consumismo asociado a ciertos productos, marcas y modas. Una letra muy acertada para un fenómeno que está perjudicando más de lo que muchos crean que puede beneficiar. No obstante, la banda deja sitio para sus ya clásicas baladas. Es el caso de “No Hay Más” o "Ya No Te Espero", dos temas a medio tiempo que parecen querer recuperar el espíritu de canciones como “Ronco Invierno”, aunque bastante alejados de ésta –también hay que decir que “Ronco Invierno” son palabras mayores…-. En cualquier caso, donde mejor nos parece que se desenvuelve la banda en esta ocasión es en su faceta más cruda, como el caso de “Olek” –de nuevo, otra letra afilada y explícita al 100%-. Quizá porque esta vez les sale de un modo más natural, dadas las circunstancias.
En este aspecto, Dikers se han endurecido sin contemplaciones, y el giro estilístico se evidencia, de un modo definitivo, hacia el rock duro. Sin embargo, hay un elemento que nos vuelve a llamar la atención de una forma muy poderosa. Y ese elemento lo encontramos en “Luz”, y su estética sombría y tenebrosa. Una canción que nos recuerda mucho a “El Pájaro de las Plumas de Cristal”, de Miss Octubre; y es aquí donde se evidencia el nexo de unión entre Dikers y Miss Octubre. El gen Piedrafita se convierte en una suerte de eslabón que adquiere forma de pivote, y articula dos proyectos que, aunque en un principio puedan parecer dos cosas distintas, coquetean de un modo la mar de nutritivo para ambas bandas.
En definitiva, y según van pasando las canciones de “Vértigo”, uno se da cuenta de que Dikers, sin pretenderlo –bueno, igual sí-, están demostrando estar de vuelta de muchas cosas, y lo dicen sin ningún tipo de problema. Su ausencia de complejos, lo explícito de las letras, y el endurecimiento de su propuesta en algunos momentos, son la mejor forma de expresar todo aquello que desprenden sus canciones. Sin tapujos, sin filtros y sin perjuicios. Mojándose y dejando bien clara su postura.