¿Os acordáis de aquella época en la que Jim Lindberg, frontman de
Pennywise , decidió emprender un proyecto llamado
The Black Pacific? Sí, fue en aquél período en el que no sabíamos muy bien qué estaba ocurriendo en el seno de la banda, ni qué es lo que había ocurrido con Lindberg. Pues bien, aunque la situación en
Pennywise , a día de hoy, es estable y no parece haber ningún problema, Jim Lindberg ha retomado su actividad paralela al margen de su banda principal, y ha estrenado un LP que sirve como debut para
Wraths , una banda que se aleja de
Pennywise y de
The Black Pacific , para adentrarse en terrenos un poco más oscuros, que beben de otras influencias como
Black Sabbath , Circle Jerks o Dag Nasty. Un tipo de punkrock que, en ocasiones, se toca hombro con hombro con el thrash-metal e, incluso, el grunge (escucha, sino, “It’s Not Over”).
Pero
Wraths no sólo pretenden ser una especie de homenaje a esa hornada debandas que abrieron brecha en este tipo de sonido, sino que les rinden homenaje, incluso, en el modo en el que decidieron resolver la grabación de este LP de debut. Grabado en apenas una semana en los estudios Screaming Leopard de Hermosa Beach, uno puede percibir la escasez intencionada de producción, algo que se ve reflejado en un sonido crudo y muy directo. Podrás comprobar esto en temas como “Oh God” o “I’m a Target”, aunque todo el disco, en conjunto, persigue esta misma inmediatez, que llega a recordarnos a bandas como
OFF!; grupos que se enchufan a los amplificadores y dejan ir todo lo que sale. En este aspecto, la banda se mira en la época en la que las bandas de punkrock no se calentaban demasiado la cabeza, sino que rodaban los temas hasta la extenuación en conciertos y ensayos, y se encerraban en el estudio unos pocos días para grabar sus discos, sin enredarse en sonidos de guitarra, configuraciones u otras florituras –más allá de lo estrictamente necesario, claro está-. Esto, que a simple vista puede sonarnos como muy “genuino”, tampoco está hecho para el oído de todo el mundo. En un mundo en el que nuestros sentidos se han acostumbrado a la guerra de volumen y al excesivo procesamiento del sonido, hay algunos discos que cuesta digerir. No es que éste sea especialmente duro, pero como decíamos, no esperes encontrar aquí una superproducción, sino un álbum que va directo al grano, como lo hacían algunas de las bandas de punkrock de los años 80.
De este modo, la banda empaqueta doce temas en menos de 25 minutos, algo que puede ayudar a hacerte una idea de la ferocidad e inmediatez con la que ha sido grabado el álbum. Un modo de hacer las cosas que, sin duda, contradice el modus operandi general que predomina en la industria de la música. Algo que se antoja, casi, como un retorno a las raíces. Y esto nos hace pensar en lo que nos gustaría poder escuchar un nuevo disco de
Pennywise grabado con esta misma filosofía…