Ahora que tenemos entre manos el nuevo trabajo discográfico de
Thrice , se hace más comprensible el largo período de descanso que la banda decidió tomarse hace algunos años. Suponemos que el proceso de síntesis que habían comenzado a llevar a cabo tras la publicación de “The Alchemy Index” -y que dio como resultado dos grandes discos a posteriori-, necesitaba un momento de reposo. Haber llevado a cabo, literalmente, un proceso alquímico en el que expandir, descomponer y analizar los elementos que componen su propia música, para acabar destilando un nuevo sonido más depurado y concreto, debió ser un proceso agotador. Síntesis y análisis. Ensayo y error. Asimilación de conclusiones y replanteamiento de las cosas.
Así, inmersos totalmente en ese proceso,
Thrice siguen apostando por levantar el pie del acelerador, apostando por un sonido más cercano al rock alternativo que a lo experimental. Lejos queda ya la furia de álbumes como “The Artist in the Ambulance” o “Identity Crisis”; pero es que también empieza a quedar lejos ya “The Alchemy Index” (o quizá no tanto si prestas atención a temas como “The Window”), porque el sonido de la banda continúa evolucionando hacia horizontes donde el menos es más, y donde la bajada de revoluciones por minuto entrega, a cambio, mayor espacio para el desarrollo propio de cada una de las melodías.
Sin embargo, que todo esto no te lleve a engaño. Porque, aunque muchos podrían estar pensando que el grupo se ha vuelto más previsible, esa apreciación no es del todo cierta, ya que la banda nos responde con un grado de imprevisibilidad suficiente para mantenernos en vilo a lo largo del disco, siendo capaces de capturar nuestra atención como lo hacían cuando la intensidad y el nivel técnico de su sonido era apabullante, pero empleando otros recursos. ¿Qué queremos decir con esto? Pues que en temas como “Wake Up”,
Thrice nos asaltan con un estribillo que, quizá, uno no esperaría tras escuchar los primeros compases del tema y que, efectivamente, suena a algo que, a nuestro juicio, no suena a los
Thrice más tradicionales, pero en el buen sentido de la palabra. También nos sorprenden con canciones como “Hurricane”, un tema que en ocasiones nos recuerda a “Anthology”, al tiempo que mantiene un enfoque que vuelve a recordarnos a los
Thrice de “The alchemy Index” y “Beggars”. Y al mismo tiempo, la banda nos entrega el que probablemente sea el momento más pop de su carrera, un maravilloso estribillo en “Stay With Me”. "Salt and Shadow" es, sencillamente, una maravilla con forma de cierre de disco, que nos ha llegado a recordar a
Bon Iver.
Por otro lado -e intuimos que es fruto de ese proceso de síntesis y análisis que comentábamos en el párrafo inicial-, podríamos decir que “To Be Everywhere Is To Be Nowhere” es el disco con la producción más directa que ha publicado la banda. Al menos desde la publicación de “Vheissu” hasta hoy. El álbum va directo al grano, cogiendo lo estrictamente necesario de cada encarnación previa del grupo, para conformar un sonido muy directo. En este aspecto, quizá Dustin no impresione como lo ha hecho en otros álbumes, pero su voz ha alcanzado una madurez , textura y tono inconfundibles, que acaban imprimiendo al conjunto una personalidad atronadora.
No obstante, al final, tenemos algo claro: este LP no es el mejor trabajo del grupo, aunque es cierto que exhibe la impresionante habilidad de la banda para moldearse a sí misma y lograr resumir todo su abanico de recursos en un disco que va directo al grano. Es por ello que, aunque no sea el mejor disco de su carrera, podamos decir bien alto que es un retorno más que digno para una de las bandas que, quizá, más ha arriesgado a lo largo de su historia como grupo. Y lo mejor: nos muestra a un conjunto de músicos que no se conforma con el legado, ni con los hitos alcanzado en el pasado, sino que siguen con las miras puestas en nuevos objetivos, en repensarse a sí mismos y en seguir desarrollándose como banda. A work in progress.