Que un disco producido en nuestro país en 1974 acabe sonándote infinitamente más moderno y bien construido de lo que te suena el 80-85% de la música actual, es algo que te pone, irremediablemente, en alerta. No es, para nada, una sensación nueva. Ya hace algún tiempo que tendemos a mirar más hacia atrás que hacia las novedades que nos van llegando –respetando estas últimas, por supuesto-; y, sin embargo, esa sensación permanece, nos impregna y nos remueve por dentro. No, no se trata de nostalgia, porque en muchos casos ni siquiera habíamos nacido cuando este tipo de discos fueron publicados –así que no podemos sentirnos nostálgicos por algo que no hemos vivido-; sino que se trata de lo que nos hace sentir, y de lo que nos remueve por dentro.
Así, el caso de C.R.A.G. (acrónimo del grupo Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán), y más concretamente de su disco de debut, “Señora Azul”, es uno de esos casos sorprendentes, que nos desvela que sí, que en España se produjo (y se produce, ojo), música de calidad -al margen de las horteradas que se llevaron y se llevan toda la atención-. Y también se desvela, una vez te tomas el tiempo de escuchar con calma un disco como éste, que muchas de las bandas que han ido surgiendo en los últimos 20-25 años –y se nos vienen a la mente bandas como Los Secretos de los inicios, Radio Futura o Elefantes-, habían escuchado este tipo de discos semi-ocultos, mientras otras, llenas de grandilocuencia y hedonismo -encantadas ellas de haberse conocido-, no hacen otra cosa que fusilar este tipo de referencias y otorgarse así todo el mérito de modernidad (seguro que a más de uno se os vienen varios nombres a la cabeza).
Lo mejor, y lo que sigue sin dejar de sorprendernos –como nos ocurre con grupos como Los Ángeles o el propio Bruno Lomas, por poner un par de ejemplos-, es que cuando escuchas álbumes como “Señora Azul”, en seguida captas que sus autores, pese a la censura y la dificultad de la época- estaban atentos a lo que se producía a nivel europeo y, sobre todo, a lo que se producía en Reino Unido y Estados Unidos. No estamos ante un disco de cantautores típicos de la época, sino ante un álbum espectacular que, por un lado, despliega una instrumentación impresionante y bien trabajada, al tiempo que trata el aspecto lírico con un nivel gramatical y poético perfectos; y que ancla sus raíces en otros proyectos previos como Solera, Los Módulos, Los Pekenikes o Los Íberos, bandas que ya jugaron con el folk, el pop-rock y la psicodelia. El resultado en “Señora Azul” es, finalmente, un álbum atemporal. Insistimos en la idea de que aún hoy, en pleno 2016 -42 años después de su publicación-, suena moderno y vanguardista (escucha temas como “Carrusel” –y sus maravillosos coros-, “Sólo Pienso en Ti” –una de las canciones de amor más bonitas escritas en nuestro país, o la más bonita, sin más- o “Supremo Director”, por ejemplo).
De este modo, y si finalmente te decides a darte el tiempo suficiente para descubrir más y más detalles con cada escucha que le des al LP, te darás cuenta de que, tan pronto vas a encontrar ecos a los Beatles, Zombies y Beach Boys de los años 70 en temas como “Señora Azul”, como ecos al beat, al jazz de New Orleans o, sobre todo, al folk de regusto más clásico y tradicional. También hay lugar para rebotes a lo Bob Dylan en cortes como “María y Amaranta”, un tema espectacular que logró burlar la censura de la época, colando una letra de temática lésbica sin despeinarse; o canciones como “El Vividor”, una pieza que, bajo una capa de barniz folkie, esconde un esqueleto impregnado de rock de carretera. En definitiva, “Señora Azul” es un álbum, como decíamos, atemporal; un disco transgresor como pocos, un hito de la historia de nuestra música (por muchos motivos), y un ejemplo de fusión de géneros espectacular, amasado y horneado con la paciencia necesaria para ofrecer una auténtica obra maestra. Un álbum del que sentirse orgulloso, y una obra que todos los que se hacen llamar modernos deberían estudiar noche tras noche.