Cuando echamos la vista hacia atrás, y tratamos de valorar la carrera discográfica de
Taking Back Sunday , la conclusión general a la que llegamos es que, al margen de sus dos primeros álbumes, la banda ha transitado por un camino plagado de altibajos, pero tampoco muchos más de los que han experimentado otras bandas coetáneas –como
The Used , por ejemplo-, o que aparecieron en aquella escena emo-rock de principios de los años 2000. Y es que, al final, se antoja más como un mal común a este tipo de bandas, que no como un caso aislado. Es decir, una especie de incapacidad para crecer o evolucionar más allá de aquél género que les vio nacer. Es cierto, en muchas ocasiones hemos oído decir que X género no envejece bien, o que una banda no puede estar eternamente practicando un tipo de sonido concreto… y, aunque habría que matizar y desarrollar esa discusión, en términos generales hay mucho de cierto en ello; algo similar a cuando un grupo se aferra a un sonido de moda y luego no sabe por dónde salir.
Sí, el caso de
Taking Back Sunday tiene algo de eso. Sus dos primeros discos fueron brillantes, pero, como decíamos, después de ellos no acabaron de saber muy bien qué camino seguir, y han dado siempre la sensación de haber seguido una ruta un tanto errática. No obstante, hace no mucho, la banda declaraba que no quería ser recordada como un grupo alimentado por la nostalgia del pasado, sino que querían demostrar que podían seguir siendo un grupo vigente –siempre y cuando encontrasen una identidad sólida, añadimos nosotros-. La cuestión es si con “Tidal Wave”, su nuevo disco de estudio, han conseguido lo que se proponían. Porque, si bien el grupo ha dado un giro considerable a su sonido, mucho más orientado al pop-rock –y con Adam Lazzara dando un giro radical a su registro vocal (adiós gritos)-, cuesta creer que con este álbum se conviertan en un grupo relevante. Y es aquí donde nos asaltan las dudas y contradicciones. Por un lado, es muy loable que el grupo haya decidido dar este cambio y, en cierto modo, se agradece.
Taking Back Sunday , al menos, suenan frescos, y no al mismo sonido manoseado de los últimos años, y eso siempre es un punto a favor. Ahora bien, el resultado en sí puede dejarte bastante frio –al menos de buenas a primeras-. Y no es que el disco no tenga buenos momentos, sino más bien que adolece de tener demasiados momentos planos. Es decir, tenemos temas tan llamativos como “Tidal Wave” –que nos recuerda a algo que estaría entre los
Ramones , Gaslight Anthem y
Against Me! -, al tiempo que tenemos otros como “Fences”, mucho más descafeinados y planos, como sin sustancia. Y eso, al final, es un problema, porque da la impresión que la banda ha intentado tocar tantos palos como les ha sido posible, no porque quisieran sonar eclécticos, sino más bien por querer ofrecer un abanico diverso de planteamientos que les ayude, a posteriori, a definir el sonido en futuras publicaciones. O lo que es lo mismo: esperar a observar la reacción del público.
Dicho de otro modo: aunque “Tidal Wave” suena prometedor y nos entrega temas de lo más interesantes, la banda sigue mostrándonos un cierto grado de inconcreción que preocupa. Es cierto que se la han jugado con este cambio de sonido, pero también es verdad que han aterrizado sobre un terreno bastante accesible, algo que –pese a la falta de riesgo- les va a dar el favor del público más genérico. “Tidal Wave” se escucha con facilidad, es agradable, tiene ecos al rock indie de los últimos años –como “I Felt It Too”, un temazo que progresa in crescendo-, y nos regala algunas melodías realmente buenas. Ahora bien, la banda, hoy más que nunca, necesita definirse con mayor rotundidad para acabar, al menos, de encontrar una identidad que suene única, que logre hacer creíble al 100% esta reinvención. En cualquier caso, merecen todo nuestro respeto, un movimiento así nunca es sencillo.