Si aún no has echado un vistazo a la escena underground europea, te recomendamos, sin lugar a dudas, que empieces por algunas de las bandas que, últimamente, hemos decidido incorporar a nuestra base de datos de reseñas. Y por poner un ejemplo concreto, NARCS podría ser un buen punto de entrada, que quizá, bien sea por su localización, o bien por el estilo que practican, pueda llevarte a descubrir otros grupos. Sea como fuere, y antes de finalizar esta reseña, te recomendamos, a la de ya, que busques algún momento del día para dar una oportunidad a esta banda y, más concretamente, a este disco, “A Thinking Animal”.

En concreto, NARCS provienen de Reino Unido, y desde allí parecen querer servir de altavoz a un montón de frustraciones y situaciones con las que, a buen seguro, más de uno va a sentirse identificado –o molesto, depende-. Y todo ello a través de un tipo de música que se teje en base a diversos estilos, aunque predomina una cierta tendencia al coqueteo con el noise y el rock alternativo; un tipo de sonido que acaba recordándonos, según momentos, y de un modo más específico, al grunge e incluso al post-hardcore. Por todo esto, tanto el estilo, como el contenido lírico de los temas –un ataque visceral contra la apatía política, la misoginia, la codicia y el nepotismo-, este nuevo álbum de NARCS supone un guantazo a mano abierta a todos aquellos que, con independencia de la inclinación política –aquí no se habla de izquierdas o derechas-, se apalancan en la comodidad del primer mundo, y hacen gala de su idiotez desde el sofá de su casa, desde el cual, eso sí, son capaces de cambiar el mundo a base de ‘likes’ y ‘tweets’, al tiempo que encuentran cualquier excusa para no mover un solo dedo –a excepción de ese que deslizan por su dispositivo móvil- para llevar a cabo cualquier tipo de activismo.

Lo mejor de todo es que la banda no se mete en fregados que tengan que ver con las etiquetas políticas. NARCS son mucho más listos que todo eso, y van directos al problema que subyace como raíz de este desconcierto: la actitud de cada uno, la estupidez que cada persona sea capaz de asumir como suya. Algo equiparable a lo que hacen Enter Shikari en sus discos, pero desde una aproximación bastante diferente. Un tipo de crítica muy inteligente, por otro lado. De este modo, canciones como “Pig” o “Bullingdon Boys” exhiben un modus operandi que concuerda perfectamente con el espíritu catártico del disco: melodías más o menos definidas, que juegan a desdibujarse de diversas formas. Bien sea la voz, que se desgarra en un grito hablado, o bien sean las guitarras, que pasan de apoyar a la melodía vocal, a crear una atmósfera de caos brutal mientas el bajo y la batería quedan casi como los únicos elementos capaces de sostener semejante tormenta. Ya que nos ponemos a liberar al monstruo, al menos que lo haga con toda su furia, deben pensar.

En este sentido, la banda se muestra tajante; tanto en la música –que es el mejor modo que tienen de hacerlo-, como en sus intenciones. Con respecto a esto último, el grupo ha manifestado abiertamente que les da lo mismo lo que pueda opinar el oyente. No tienen intención de pedir perdón ni retractarse de lo que hayan podido verter en sus canciones; más bien al contrario. Pretenden transmitirte el enfado y la frustración. Pretenden sacudirte y despertarte de un modo similar al que, en su día, hicieran bandas como Nirvana , salvando todas las distancias. Estamos, en definitiva, ante la prueba de que se puede hacer música con significado sin necesidad de caer en los mismos temas; que se puede hacer crítica –constructiva o destructiva- de un modo inteligente, sin caer en la trampa de mencionar una u otra etiqueta, yendo directos al problema de raíz, a lo que verdaderamente hace que todo se vaya a la porra. Y todo eso, en última instancia, reside en nosotros mismos. Es ahí donde NARCS inciden: “no busques excusas, tú también eres responsable de lo que ocurre”. Sin duda, y sin serlo, resultan infinitamente más punks que muchos de los que se atribuyen semejante etiqueta. A ver si algunos aprenden.