Que los Rolling Stones, discográficamente hablando, llevan la friolera de 15 años en estado de hibernación, es algo evidente –no así en cuanto a dar conciertos se refiere-, y es que en 2005 publicaban su último disco con material propio hasta la fecha y, desde entonces, la banda no ha editado nada nuevo, a excepción de algún recopilatorio o disco en directo -como el recientemente aparecido “Havana Moon”-. Sin embargo, la banda, en diversas entrevistas, siempre asegura lo mismo: que se encuentran trabajando en nuevos temas y que, eventualmente, serán publicados en forma de álbum –alguien debería decirles, en todo caso, que a estas alturas tampoco deberían esperar demasiado…-. Tal es así, que en diciembre de 2015, el grupo decidió, de una vez por todas, tratar de dar carpetazo a un nuevo álbum, encerrándose en el estudio para grabarlo. Sin embargo, las sesiones pronto adquirirían un rumbo radicalmente opuesto; y lo que empezó como algo sin importancia –el tocar algunas versiones de blues para entrar en calor y ponerse a tono de cara a empezar a trabajar en los nuevos temas- derivó en la grabación de un disco compuesto por 12 tremendas versiones de blues, protagonizando uno de los mejores regresos a las raíces que pocos grupos hayan podido lograr en los últimos tiempos: “Blue and Lonesome”
Y es un regreso a los orígenes en todos los aspectos. La banda vuelve a la música que les hizo germinar en los años 60, al género que hizo que entre
Keith Richards y Mick Jagger acabase cuajando algo más que una amistad; y lo hace con un trabajo grabado en directo en el estudio, en apenas tres días, y sin añadidos posteriores -más allá de la colaboración puntual de músicos de la talla de Eric Clapton-. Y todo eso se nota, porque el grupo suena empastadísimo y muy dinámico. Es un disco que, aunque en inicio tuvo un origen accidental, ha acabado consolidándose como una sorpresa maravillosa, cuya única premisa -autoimpuesta por la banda-, fue la de interpretar canciones que nunca antes hubiesen tocado, ni en directo, ni en estudio. Y esto viene a confirmar dos cosas, la primera, que los Rolling Stones siguen siendo, primordialmente, un grupo descaradamente influenciado por el blues; y la segunda, que, aunque en su discografía han llevado a cabo derivas de lo más interesantes y han desarrollado material que quedará para la posteridad –especialmente entre 1964 y 1970-, lo que mejor les sienta, y lo que mejor hacen es blues.
Así, en este trabajo, el grupo recoge temas de verdaderos titanes del blues de Chicago, y más concretamente, de artistas como Jimmy Reed, Howlin’ Wolf, Willie Dixon o Jimmy Reed. Vamos, una barbaridad de disco. Y al margen de lo tremendamente satisfactorio que resulta escuchar a los Rolling Stones hacer eso, para ellos supone un ejercicio de continuidad, por decirlo de algún modo. Continuidad de aquella especie de tarea sucinta que escondían en sus discos: la de poner de relevancia el viejo blues y a sus artistas más emblemáticos, citar a las fuentes y difundir la palabra. Y eso, que empezaron a hacerlo en los inicios de su carrera, continuaron haciéndolo a lo largo de todos estos años, dando el aviso a sus oyentes y a todos los que quisieran escuchar: “ojo, que esto no lo hemos inventado nosotros, que ahí fuera hay unos tipos que lo han creado y son el origen de lo que ahora estáis idolatrando”. Vaya, un cometido que han llevado con una modestia y orgullo admirables, y que ve ahora, en “Blue and Lonesome” una especie de cierre de círculo: volver a reivindicar el germen de todo.
Es posible que algunos fans, al desvelarse que el grupo no iba a publicar un disco con material propio, se llegasen a sentir decepcionados. Ahora bien, no tenemos ninguna duda de que ese atisbo de decepción habrá desaparecido desde el primer segundo en que los Rolling empiezan a desgranar “Just Your Fool”, corte con el que abren este LP. Y a nosotros nos parece uno de los mejores discos de 2016 porque, probablemente, sea el álbum más honesto que hayan registrado en años.