Hay muchas personas que tienden a comparar a
Smashing Pumpkins con
Nirvana , y todo por el mero hecho de que ambas bandas coincidieron en publicar sendos álbumes en 1991 y en 1993. Pero, especialmente, la gente que tiende a compararlos con la banda liderada por
Kurt Cobain , lo hace pensando en el segundo disco del grupo, “Siamese Dream”, un álbum publicado en el verano de 1993, cuando
Nirvana ya había dado forma a lo que todo el mundo identificaría como el paradigma del grunge –al menos dentro del panorama más comercial-; que, de algún modo, vino a recoger la esencia que Cobain y compañía habían destilado en discos como “Nevermind” e “In Utero”. Dicho de otro modo: Billy Corgan y los suyos, supieron apropiarse de una serie de rasgos sonoros con los que satisfacer a los seguidores de aquella encarnación del grunge y el rock alternativo. Un movimiento muy inteligente que, aún a día de hoy, sigue dando sus frutos.
¿Queremos decir que
Smashing Pumpkins tuvieron algo de oportunismo? Bueno, no exactamente. Pero sin duda supieron estar en el sitio adecuado en el momento preciso, para hacer lo que tenían que hacer, al mismo tiempo que encajaban en un nicho musical en auge. No obstante, y siendo totalmente honestos, eso no quita que “Siamese Dream” sea un muy buen disco, al margen de polémicas enterradas en el pasado, o del carisma del propio Corgan. Es, probablemente el mejor disco del grupo -aunque más apropiado sería decir de Billy, ya que él fue, básicamente, quien compuso casi todo el álbum, y quien lo grabó, a excepción de la batería, debido a los problemas internos de la banda-. El más cohesionado en términos de sonoridad, y el más balanceado al mismo tiempo. De grunge tiene, básicamente, algunas pinceladas en la producción, que corrió a cargo de Butch Vig –aún resacoso del éxito de “Nevermind”-, mientras que de rock alternativo tiene todo lo demás. “Siamese Dream” es mucho más accesible de lo que fuese el segundo disco de
Nirvana , por seguir con el ejemplo –ya que coinciden en año-, pero atesorando joyas como “Today” –probablemente la mejor canción que Billy Corgan haya escrito nunca-, “Silverfuck”, o “Cherub Rock”, corte con el que la banda abre el disco de forma espectacular.
Lo más curioso es que, tras haber conseguido generar cierto nivel de expectación con su anterior disco (“Gish”), la banda optó por un sonido más próximo al rock alternativo y al pop rock, llevando a cabo una más que notable expansión de su paleta sonora –incluso con alguna pincelada que apunta hacia lo progresivo-. En ese aspecto, como decíamos, la producción está muy estudiada, y nada en ella acontece porque sí. Butch Vig es un verdadero maestro en esas labores, y es capaz de camuflar las melodías más poperas en una amalgama de sonidos que te hagan pensar en un enfoque más crudo, como ya hiciera en “Nevermind”. El corazón del disco es ultramelódico, pero todo lo que se construye alrededor, salvo en momentos como la primera mitad de “Soma”, por poner un ejemplo, está pensado en dar cuerpo y grosor al sonido global del disco.
En cualquier caso, la importancia e influencia que “Siamese Dream” tuvo y tiene como uno de los discos esenciales de los años 90 está más que contrastada, y su influencia es tal, que la vas a poder encontrar en bandas mucho más actuales, como
Saves The Day o
My Chemical Romance.