Cuando una banda hace algo parecido a lo que hizo Berri Txarrak hace unos años, uno se pregunta qué es lo que harán después. Un proyecto tan ambicioso y a contra corriente de los dictados de la industria como fue “Denbora Da Poligrafo Bakarra”, supuso un modo muy particular de celebrar el vigésimo aniversario del grupo, y una forma de plantear, quizá, un resumen acerca de cómo se percibía el grupo a sí mismo en aquél momento. Un triple EP que, como ya comentamos, exhibe tres facetas bien diferenciadas que nos hizo pensar en cómo demonios iban a dar continuidad a su discografía después de aquello. La respuesta es muy sencilla, y en este tipo de casos, suele ser siempre así: una vuelta a la sencillez de planteamientos. Una suerte de regreso a los orígenes, pero con algún que otro matiz.
“Infrasoinuak” es un disco breve, especialmente si lo comparamos con su predecesor. Apenas media hora basta para desgranar un total de diez temas. Lo bueno, si breve, dos veces bueno, han debido pensar. Concreción y directos al grano, con ganas de dejarte con ganas, y hacerte querer repetir la escucha una y otra vez. No significa que “Denbora…” fuese con rodeos o fuese peor por ser más largo, pero sin duda en esta entrega, no han querido pasarse ni un solo segundo de un minutaje contenido. Ahora bien, en esa media hora, el sonido del grupo condensa como nunca la trayectoria que han seguido hasta la fecha o, para ser más exactos, desde “Jaio. Musika. Hil” hasta 2014. Y en esto queremos hacer especial hincapié, porque “Infrasoinuak”, aunque recoge a la perfección el testigo de su anterior disco, especialmente del tercer EP, “Xake-mate Kultural Bat”, mira descaradamente a la parte más pop y melódica de “Jaio. Musika. Hil”, por decirlo de algún modo. No sería extraño que algunos momentos del disco te recordasen al planteamiento de canciones como “Bueltatzen” u “Oreka”. Presta atención a “Beude”, por ejemplo, una canción sin demasiadas pretensiones (aparentemente) pero eternamente melódica y embelesadora con su ritmo ternario. Por otro lado, la producción de Bill Stevenson y Jason Livermore es limpia y bastante sencilla en términos de instrumentación, mezcla y masterización. Un disco de rock sonando a rock, con detalles muy interesantes para ir descubriendo escucha a escucha, y al que sólo puede ponérsele un pero muy personal: que nos hubiese encantado oír algunos de estos temas con un enfoque más “Payola”. Por otro lado, que las canciones tengan una querencia u otra, ya es cuestión de la composición y de las influencias de las que se empapa el trio. En este aspecto, como hemos dejado entrever, la banda, aunque mantiene el pulso potente (escucha “Sed Lex”), ha dejado que la melodía se filtre más entre las grietas sus composiciones, incluso de las más rocosas. Más
Weezer y menos Kyuss, para entendernos. Y oye, ni tan mal. Conocemos la faceta más melódica de Gorka a través de bandas paralelas como Peiremans o aquel maravilloso proyecto llamado Katamalo –que nadie debería perderse por nada del mundo-, y sabemos que tiene un potencial brutal. Vaya, lo sabemos, porque ya lo han demostrado en varias ocasiones… para Berri Txarrak, eso de las etiquetas, cuando se habla de rock, no tiene demasiado sentido, y es algo que con temas como “Katedral Bat” ejemplifican perfectamente.
No obstante, habrá quienes sigan echando de menos la vertiente más dura de la banda; que prefieran “Oihu” a “Spoiler!”, y están en su derecho, ojo –aunque para ellos hay temas como “Hozkia”-. Sin embargo, sólo podemos decirles que no se dejen engañar por las apariencias, porque “Infrasoinuak” muestra una cara, pero tiene un trasfondo distinto a lo que en un primer vistazo te enseña. Es como un lobo disfrazado de cordero, agazapado y esperando a soltarte un zarpazo al mínimo descuido. Las letras pueden no ser exabruptos, puede que no precisen el ‘parental advisory’ del que presumen otros, pero tocan la fibra más sensible, y hieren por la certeza con la que critican aquello que nos hace más vulnerables, ya sea ante otros, o ante nosotros mismos. Sin duda, un regreso muy acertado.