Tenemos la sensación, por lo que hemos podido sondear a nuestro alrededor, que Cuello es una de esas bandas que adoras, o te resultan totalmente indiferentes. De esas que no admiten medianías, por decirlo de algún modo. Ahora bien, por lo que respecta a nosotros, de momento, no ha habido disco con el que no hayamos disfrutado. Han creado un sonido bastante particular, bien perfilado, aunque sin ningún tipo de evolución. Tampoco se le espera, porque la cosa parece funcionar sin ningún problema, disco tras disco, y sigue ofreciendo momentos que hacen que vuelvas a sus canciones una y otra vez.

Para esta ocasión, su cuarto disco, han querido colaborar con todo un personaje de la escena: Paco Loco. Un poductor conocido por su versatilidad y sus planteamientos sin rodeos. Quizá más vinculado al pop que Pablo Peiró, anterior productor de la banda, pero que ha sabido entender perfectamente qué es lo que Cuello quiere y cómo expresarlo en sus canciones. Y el resultado es un aval incuestionable, porque consolida los cimientos de un sonido único. Y es curioso, porque ya sabemos que muchos artistas, cuando cambian de productor, tienden a dejarse llevar por los influjos de éste. Y no estamos diciendo que Cuello no lo hayan hecho, sino que, de haberlo hecho, lo han asimilado y empastado de forma magistral, integrándolo todo en su sonido previo, reforzando así el conjunto de seas de identidad que les identifican desde su primera entrega.

Por lo tanto, sobra decir que lo que vas a encontrarte en “Regalo Doble” es una continuación directa de lo que pudiste escuchar en entregas previas. Y eso, dadas las circunstancias, es una buena señal, porque nos encontramos con otra colección de temas que, sobre una base punk, desarrollan melodías muy peculiares, empapado todo de un aire indie muy curioso. Y lo cierto es que nos resulta tremendamente complicado describir el sonido de Cuello, quizá porque resulta indescriptible. Pero cabe remarcar algo, por si acaso algunos lo habéis olvidado. El principal compositor de Cuello es el mismo responsable del sonido de bandas como Betunizer, Juniper Lion o Rastrejo; bandas que, como algunos sabréis, ofrecen una propuesta totalmente distinta a lo que plantea Cuello. Son bandas que dan más rodeos, que suena más experimentales, mientras Cuello se centra en lo contrario: ir directos al grano, al trallazo, al ruido, pero con un orden claro, una estructura y una contundencia evidentes.

En cuanto al apartado lírico, seguimos en las mismas: totalmente abiertas a la interpretación del que las escucha. Algunas pueden apuntar en una dirección concreta, pero, en ocasiones, deslizan algún matiz que te hacen reinterpretarlas según las vas escuchando. Un recurso muy hábil para dejarte noqueado en ese momento y volver a plantearte el significado en futuras escuchas. Si eso, además, lo acompañas de ciertos giros en la parte instrumental del tema en cuestión, el efecto se multiplica.

Así que no nos queda mucho más que comentar. Resumiéndolo mucho, bastaría con decir que Cuello, en esta nueva entrega, siguen en su línea, sin demasiadas complicaciones estilísticas, pero trabajando duro, aunque la aparente sencillez sugiera lo contrario, para mantener una coherencia sonora sin caer en el estancamiento o la repetición. Y eso es algo, amigos, que está al alcance de muy pocos.