Siempre que Thrice anuncian la publicación de un nuevo disco de estudio, nos es inevitable ponernos en alerta y generarnos expectativas. Suponemos que, a vosotros, más o menos, os sucederá lo mismo, especialmente si habéis sido seguidores del grupo. Muchos lo habréis hecho desde sus comienzos, otros os engancharíais con “The Artist In The Ambulance” y algunos otros, como es nuestro caso, caísteis rendidos ante “Vheissu”. Pero sea cual sea el caso de cada uno, lo cierto es que la banda, en cada lanzamiento y desde sus inicios, ha venido evolucionando y proponiendo cosas que muestran una clara intención de crecer. O, al menos, así fue hasta “Beggars”, aquél disco que sucedió a “The Alchemy Index”, ese proyecto de cuatro EPs inspirados en los cuatro elementos de la naturaleza. Y decimos que fue hasta “Beggars” porque después de aquél álbum, la banda no parece haber evolucionado al mismo ritmo que lo hizo hasta entonces. Tampoco supone un problema, porque “major/minor” y “To Be Everywhere Is To Be Nowhere”, a su modo, supusieron un ejercicio de estilo que cumplió, a grandes rasgos, con todo lo que un fan de la banda espera de Thrice.

Sin embargo, con esta nueva entrega -“Palms”-, el grupo vuelve a dar una vuelta de tuerca a su sonido. Y aunque la banda parece querer mantener los elementos más básicos del mismo-ahí sigue el estilo de algunas melodías y las guitarras -o ese enfoque atmosférico que nos ha recordado, de lejos, a algunas partes de “The Alchemy Index” (una publicación que parece que funcionó como banco de pruebas y fundamentación de lo que iba a ser la banda en los siguientes diez años)-, ha incluido también bastantes elementos nuevos en su sonido. Hay un viraje que coquetea con ciertos aspectos electrónicos, pero no en el modo en que, quizá, esperarías, sino que están integrados en un modo distinto de plantear los arreglos de las canciones (demasiado ‘distinto’, quizá). En este sentido nos hemos topado con algún que otro sintetizador, harpa, teclado y, como decíamos, un modo de enfocar la producción que apuesta por lo ambiental y las texturas más etéreas.

Y esto supone un giro importante, porque resta bastante inmediatez a las canciones, unas canciones que, de por sí, ya muestran una preocupante falta de ‘punch’. Todo esto es algo que te obliga a prestar más atención y a rascar la superficie en busca de algo más. Dicho de otro modo: es un álbum que va a requerir del oyente unas cuantas escuchas para acabar de formarse una opinión sólida, sin tener muy claro si, al final, encontrará algo que le acabe enganchando. Es un disco para escuchar con calma y dejar reposar. Claro que… exigir esto al oyente medio –aunque a nosotros nos parece perfecto como decisión-, en la época que vivimos hoy, es un riesgo mayúsculo. Así que el problema de este álbum, va a estar en la capacidad que tenga la gente de volver a él en repetidas ocasiones y, como decíamos, dejar reposar las canciones para que calen adecuadamente, algo complicado cuando los temas, en sí mismos, no logran engancharte.

En este sentido, aunque “Palms” es un disco interesante –máxime si observas la carrera del grupo con cierta perspectiva-, es difícil de digerir en las primeras escuchas y no tiene apenas capacidad de hacerte volver a él con frecuencia. En anteriores entregas, las melodías te atrapaban con mayor facilidad, y los riffs de guitarra y el groove del bajo eran platos fuertes a los que era muy sencillo volver una y otra vez, porque te lo pedían a gritos. Sin embargo, en “Palms”, todo ello ha sido muy amortiguado, y el sonido global del disco (o, mejor dicho: de la banda en este disco) se resiente bastante. Es como si Thrice hubiesen palidecido, y el conjunto de su sonido se hubiese descafeinado. Una verdadera lástima. O, al menos, esa es la sensación que se nos queda tras un buen puñado de escuchas.