Es curioso. Por mucho que pasan los años, y por mucho que las influencias musicales vayan yendo y viniendo -y que con ellas vaya evolucionando el sonido con el que trabaja un artista-, en el caso de Xavier Calvet, siempre hay un poso que permanece, un sello personal que trasciende a los estilos con los que pueda encontrarse coqueteando en un momento concreto. La nota de prensa de “Crosswinds” define ese poso como ‘felicidad’, y, aunque estamos de acuerdo con ello, nosotros quisiéramos añadir un matiz: es, también, familiaridad. Por alguna razón que se nos escapa, la música de Xavier nos suena familiar y acogedora. Pero, como decíamos, esto no es nada nuevo, porque ya nos sucedía con Bullit y es algo a lo que, anteriormente, ya hemos hecho referencia de algún u otro modo.
Sin embargo, en este segundo disco en solitario, Xavier continúa explorando nuevos territorios, alejándose un poco más de lo que hiciese en Bullit, y de lo que hizo en su maravilloso disco de debut. Así, si en “Firebird” -álbum con el que se estrenaba a solas-, la cosa tiraba hacia el rock alternativo y el indie (con un poso americana), en esta nueva entrega, el sonido ha evolucionado hacia un enfoque más pop, algo más producido -mérito de Santi García, de Ultramarinos Costa Brava-, pero infinitamente melódico y fluido. En la senda, quizá, de artistas como Ryan Adams o Wilco, por situarnos un poco. No obstante, y más allá de este tipo de referencias, hay momentos en los que la experimentación se hace más evidente. De esta forma, en “The Sunlight Brigade”, Calvet elabora una pieza de esqueleto country, pero traída a un terreno muy actual, en el que la voz es procesada, para crear ese efecto de ‘autotune’ buscado y acentuado en los cambios de nota, tan manoseado en algunos de los estilos más actuales. Sin embargo, el tratamiento realizado, en consonancia con el fondo del tema, acaba resultando en una canción que, si bien choca en un primer momento, se revela como una verdadera sorpresa –una de las tantas presentes en este LP-. Y luego tenemos canciones como “Fading In The Open”, un tipo de tema que, quizá, hace algunos años no hubiésemos imaginado que Xavier hubiese podido crear, y, sin embargo, es otra de las pequeñas maravillas que ha incluido en este LP. En ella se nos revela una base donde los teclados y los elementos electrónicos predominan sobre una guitarra acústica procesada con algunos efectos, creando una atmósfera maravillosa, muy onírica. Pero la cosa no acaba ahí, porque canciones como “Get A Job” despliegan todo el potencial melódico del que Xavier es capaz de hacer gala. Y así nos vamos encontrando pequeñas maravillas según nos adentramos en el álbum, que sorprenden, incluso, más que los primeros adelantos del mismo. En este sentido, nos ha dado la sensación de que el LP va entonándose según progresan las canciones, y eso es muy gratificante, porque acabas topándote con canciones como “Lost Highway”, un tema que, bajo un prisma actual, nos recuerda al bluegrass más tradicional y que, por el modo en que se desarrolla y cierra, nos ha recordado a “Countryclub”, una de nuestras canciones favoritas de Bullit.
En definitiva, no nos cabe duda de que el disco, en su conjunto, acaba atrapándote. Es cierto que supone un despegue considerable en cuanto al sonido global se refiere. Es decir, a primera escucha se puede percibir como un cambio de estilo importante, pero lo que subyace es un mismo núcleo musical empaquetado de un modo distinto a como lo habíamos visto. Es evidente que Xavier tiene más inquietudes de las que nos ha mostrado hasta el momento, y que, además, tiene un interés obvio en evolucionar su propio sonido. La prueba la tenemos en este disco, que recoge elementos que ya conocíamos, para insertarlos en un nuevo terreno. El resultado es sorprendente y gratificante, pero mantiene la esencia intacta. Así, y aun con todo, sigue sonando a él, a su felicidad, optimismo y, al mismo tiempo, melancolía. “Crosswinds” es un LP precioso, que destila, además, una madurez importante, pero plasmada desde la inquietud por seguir evolucionando.