Siempre he tenido una debilidad difícil de explicar por
The Early November , pero aprovechando el análisis de su nuevo álbum voy a intentarlo: sonidos amables, un origen rockero pero suavizado por la voz de ‘Ace’ Enders, terciopelo más que vocales, que se van diluyendo al final de cada frase. Un estilo en el que cada canción parece que va a acabar rompiendo en el estribillo, pero jamás acaba haciéndolo. Un grupo que, si quisiera evolucionar en su sonido, tendría que volver a nacer con otro líder. Si te gusta su primer EP de hace dos décadas, te gusta su último disco.
Cierto es que con este Lilac, la banda ha madurado en su empaque y ha añadido un punto de complejidad a su sonido originario casi acústico, pero muy lejos de sonidos experimentales, siempre en los raíles de rock más popero con sutiles, muy sutiles toques de sintetizador, digno de mañanas primaverales y paseos floridos. El mejor ejemplo es el tema que abre el disco, ‘Perfect Sphere (Bubble)’. Un ritmo que te hipnotiza, te sumerge en su mundo. Y tampoco vas a pelear mucho por salir de ahí.
Se trata, según el propio Enders, líder, vocalista y alma de la banda desde su nacimiento a finales del siglo XX hasta el día de hoy, de un cuento de diez capítulos inspirados en experiencias personales, errores, vicios, dudas y, en definitiva, vivencias de la propia vida.
La energía sorprendente de My Weakness, la espiritualidad de Ave María, la llamada de auxilio de ‘Hit By A Car’, la emoción de ‘Comatose’, la pureza de ‘The Lilac’. La convicción del grupo por sonar siempre a ellos mismos, gusten a quien gusten, pasen los años que pasen y cambie quien cambie. Ellos, muy poco.
En el universo de
The Early November siempre hay flores.