Antes de nada debo decir que
You me at six nunca ha sido un grupo que me haya convencido. Siempre me ha parecido un grupo sobrevalorado con una repercusión mediática inmerecida. Difícilmente vaya a cambiar a estas alturas mi opinión sobre sus primeros discos pero he de reconocer que con este ‘Sinner never sleeps’ me han sorprendido gratamente. Josh Franceschi y compañía habían avisado de que este trabajo se alejaba de su sonido pop punk e iba a ser más ‘oscuro y pesado’. Puede que estos dos adjetivos no sean los correctos (demasiada balada y medio tiempo…) pero nos encontramos sin duda ante su disco más variado, maduro y personal.
La inicial ‘Loverboy’ es quizá el tema que más conserva la esencia de los antiguos
You me at six y encajaría como la seda en el ‘Infinty on High’ de
Fall out boy. Con ‘Jaws on the floor’ y ‘Bite my tongue’ completan un inicio potente y esperanzador. Esta última, con un toque ‘
Foo Fighters ’ y cargada de odio, trata sobre los peores momentos del grupo, lo que hace que la colaboración de Oly Sykes (
Bring Me the Horizon ) sea ideal. Por el contrario la colaboración más adelante de Winston McCall (
Parkway Drive ) en ‘Time is money’ es algo forzada y tras varias escuchas sigue sin encajar.
Baladas bastante planas como ‘Crash’ o ‘Little bit of truth’ entorpecen el ritmo del disco. Entre los momentos más tranquilos sólo destacaría ‘No one does it better’ con una estrofa a lo ‘Red hot chili peppers’ que acaba desembocando en un estribillo marca de la casa. Volviendo a la caña ‘Little death’ combina a la perfección el toque más roquero del grupo con un estribillo potente, directo y pegadizo y es una de las mejores pistas. ‘Reckless’, del mismo estilo, no tiene nada destacable y se olvida rápidamente. Demasiados altibajos.
Mientras la mayorías de los temazos se encuentran en la primera mitad, la segunda parte del disco es mucho más floja. Si fuera ligeramente más constante ‘Sinner never sleep’ sería probablemente el mejor trabajo de
You me at six hasta la fecha. De lo que no hay duda es de que puede ser también el más peligroso. Cuando un grupo encajado en un género realiza un cambio corre el peligro de quedarse en tierra de nadie, de ser demasiado ‘alt rock’ para sus antiguos seguidores y de sonar demasiado blandos para los fans de su nuevo género. La base de fans del grupo parece bastante sólida para permitir que esto suceda. El tiempo les dará o quitará la razón.