Mucho hemos hablado (y se habla) de los proyectos paralelos de los miembros de
blink-182 , tanto de
Tom DeLonge como de Mark Hoppus, pero poco de los proyectos en los que se ha visto envuelto
Travis Barker , tal vez por ser los que más se alejan del punkrock y del rock, excepto
Transplants. Ubiquemos a esta banda en el tiempo. A Boxcar Racer, banda liderada por
Tom DeLonge y en la que participaba también Barker, le siguió un segundo proyecto paralelo llamado
Transplants , fundado por
Tim Armstrong (
Rancid ) y en el que participan Travis y Rob Aston (más conocido como Skinhead Rob, su mote como rapero). El origen de todo ello radica en el propio
Tim Armstrong , que en un arrebato experimental comenzó a jugar con algunas canciones e ideas inéditas y algunos programas musicales informáticos. La cosa no le fue mal y decidió llamar a algunos colegas para completar el cocktail, que colaborarían en las versiones finales de los temas, aunque la formación definitiva la cerrasen él, Aston y Barker. La mezcla resultante es muy diversa y complicada de definir, e incluye influencias tan dispares como el hardcore, hip hop, reggae, drum&beat, rock&roll y el punkrock.
¿Y cómo demonios lograron hacer funcionar semejante brebaje? Bueno, hubo diversas vías, de entre las que contamos, por supuesto, el sello discográfico de respaldo (Hellcat Records, propiedad de Armstrong), pero la principal carta de presentación no pudo realizarse de mejor forma. El primer single del disco, “Diamonds and Guns” fue empleado en el anuncio televisivo de una conocida marca de champú capilar. De modo que de forma subliminal, hay mucha más gente de la que creemos que ha escuchado a los
Transplants , eso sí, de un modo un tanto involuntario y poco consciente. Así, otra de las formas en las que extendieron sus tentáculos fue a través de la tremenda ristra de colaboraciones presentes en el álbum, lo cual animaría a más de uno, por curiosidad, a acercarse al artefacto. Así, el disco cuenta con aportaciones de gente como Davey Havock, Matt Freeman, Vic Ruggiero, Lars Frederiksen y Danny Diablo entre otros. Y la idea funcionó. También porque las canciones acompañan, mostrando un trabajo más elaborado de lo que pueda parecer a simple vista, con canciones muy bien construidas, que emplean multitud de recursos diferentes engranados con la suficiente perfección como para no desentonar entre sí ni sobrecargar la mezcla final. Así, y aunque recomendemos escuchar el álbum en su conjunto, podríamos destacar “Diamonds and Guns”, “Tall Cans In The Air”, “One Seventeen”, “Quick Death”, “Weigh On My Mind” o “California Babylon”.
La variedad que vas a encontrar es impresionante. No es que los
Transplants hayan inventado la rueda, pero la tunearon a base de bien. Desde luego fue un intento bastante sorprendente de aunar estilos y escenas musicales que no tienen nada que ver las unas de las otras. Un claro ejemplo de que las cosas, al final, no están tan alejadas como pueda parecer en un principio, que la clave está en el criterio, en la apertura de mente y en la intención. Es pasmoso observar cómo pueden mezclar riffs de marcada influencia grunge y hardcore con efectos y samplers más propios del hip hop sin despeinarse. En ese sentido, lograron su meta personal. No me cabe la menor duda. Alcanzaron un equilibrio que, pese a la aparente simplicidad del mismo, debió ser harto complicado lograr, y eso sólo está al alcance de unos pocos.