Siempre he encontrado complicado prestar atención a
Billy Talent. No es que el grupo no me guste, sino que mi relación con ellos ha sido más algo parecido a una relación de amor y odio que de devoción absoluta, como parece que muchos profesan a este cuarteto canadiense. No sabría explicar el motivo, porque tienen canciones en sus anteriores trabajos que, sin duda, me han llamado la atención poderosamente, pero hasta la fecha, nunca he sido capaz de tolerar bien un disco completo de la banda, aunque bien es cierto que, conforme han ido pasando los años y han ido moderando su estilo, se me ha hecho más fácil “soportarles” (permítaseme la expresión). Sus primeros trabajos, y precisamente los más adorados por los fans, siempre me parecieron algo difícil de digerir por lo cargantes que me resultaban, de modo que con un disco como “Dead Silence”, recién estrenado, han logrado generar un sonido equilibrado que, por fin, sí me permite disfrutar de sus composiciones.
Y ya puestos, vamos a mojarnos. ¿Qué es, pues, aquello que diferenciaría a esta entrega con respecto a las anteriores? Bajo mi punto de vista no es cuestión de bajar o no las revoluciones por minuto, porque no está tanto en eso sino más en el cómo se elaboran las canciones, pero sí que es cierto que
Billy Talent han bajado, efectivamente, el pistón en el tono general del disco: es algo evidente, pero también es verdad que sus temas suenan bastante más variados y elaborados de lo que suenan sus primeros trabajos. Eso por no hacer mención al aspecto vocal, que bajo mi punto de vista, ha experimentado un cambio notable. Creo que es un acierto absoluto el que exista ahora una tendencia más marcada a la elaboración de líneas vocales más recreadas en la melodía y en aportar más matices en su enfoque. Está claro que uno de los puntos fuertes de la banda, y por sus características una de las más reconocibles en sus inicios, era la voz gritada de Ben Kowalewicz, pero creo que han dado en el clavo con este giro más melódico, que se extiende también al modo en que se enfocan los coros. Y que no cunda el pánico porque no por ello se pierde agresividad en las canciones. Así, “Viking Death March” es un ejemplo de esto, logrando un equilibrio magistral entre el estribillo más gritado, y algunas partes mucho más melódicas, pero sin embargo, y pese a que Ben y compañía ya no escupan el hígado por la boca, el tema rebosa rabia y agresividad. Y es que en esto, como en todo, no tiene más razón quien más grita, sino quien afina más en la actitud y en el mensaje, y el que logra equilibrar el empleo de los recursos, algo que han clavado en este nuevo LP. Otro ejemplo de este hecho sería “Surprise Surprise”, que de entrada nos arrea con un riff de lo más contundente, “Runnin’ Across The Tracks”, “Cure For The Enemy” o “Love Was Still Around”, mostrando todas ellas un trabajo de guitarras que en ocasiones se acerca a influencias que coquetean con el rock más pesado. Mención especial, por sorprendente, merece (a mi juicio) “Stand Up And Run”, una suerte de balada o medio tiempo que, en lo personal y de forma totalmente inesperada, me recuerda mucho a “Back To Normal” de
Zebrahead (“Broadcast To The World”, 2006).
Para mí no hay lugar a dudas. “Dead Silence” puede ser considerado su álbum más maduro hasta la fecha, el mejor tratado, el más elaborado, tanto por el tratamiento que han recibido sus nuevas canciones como por el enfoque lírico de las mismas, que claramente han derivado hacia temas que, sin ser explícitamente políticos y habiendo sido tratados con anterioridad, apuntan con mucha más claridad hacia asuntos que están muy vigentes y que, por desgracia, afectan a un buen puñado de gente, y esa es una de las mejores formas que existen de conectar con el público: cantando sobre cosas que les interesan y afectan. Así pues, lo que vemos en esta nueva entrega de la banda es un movimiento inteligente con el que han decidido trabajar algunos detalles que, sin duda alguna, muestran que
Billy Talent son capaces de ofrecer mucha más diversidad de lo que muchos, a estas alturas, quizá esperaban.