Tenemos ante nosotros a
Thousand Foot Krutch , una banda canadiense que se mueve en aguas turbulentas, fruto de las diversas corrientes que confluyen en el tipo de música que vienen desarrollando desde que se formaran en 1997, labrándose desde entonces una más que respetable reputación en los Estados Unidos, que les ha llevado a girar con titanes de la talla de Stone Sour, POD y Korn, además de compartir festival recientemente con bandas como
Papa Roach , Alice In Chain, Bush y Soundgarden. Así, con estas referencias y en pleno 2013, la banda nos presenta un nuevo trabajo discográfico titulado “The End Is Where We Begin”, que edita Hassle Records en un intento por dar más a conocer al grupo en Reino Unido y Europa. Y lo cierto es que con las credenciales mostradas y con el repertorio incluido en esta nueva entrega, pueden calar bien hondo en la escena rock y hard-rock del viejo continente en su vertiente más comercial.
Así, en este LP (el séptimo de su carrera) y en palabras del propio vocalista de la banda, han logrado resumir todo lo que han atravesado a lo largo de los últimos años como grupo, tanto en lo que se refiere a la formación del mismo como al aspecto musical. Sea como sea, se nos antoja un disco con un arranque potente, con garra, pero con el suficiente componente melódico y perfección en la producción como para resultar encajable en ciertas radiofórmulas. Su propuesta se basa, en gran medida, en influencias de bandas como las que hemos mencionado en el párrafo anterior, pero se aferra también a grupos como
Seether ,
Three Days Grace , Skillet, Shinedown, Switchfoot o bandas que surgieron de la hornada post-grunge de final de los años 90 y principios del los 2000, con un marcado poso proveniente del rock alternativo y algún eco muy lejano al un-metal y al tipo de música que practicaron bandas como
Vex Red. En resumen, una interesante e intensa mezcla que resulta que funciona a las mil maravillas cuando logra colarse en el mainstream, como podrás comprobar en temas como “Light Up the Sky”, “Down” (que recuerda a “Bat Country” de
Avenged Sevenfold ) o “Courtesy Calls” entre otros como “We Are”, que tras una introducción un tanto curiosa, arranca el disco con un potente riff de guitarra y define bastante bien los derroteros por los que van a transcurrir el resto de canciones del álbum.
El punto positivo de este grupo es que suena con garra y lo suficientemente diverso como para engancharte a lo largo del LP, que hacia el final se hace un poco largo, aunque sólo sea por la curiosidad de ir vislumbrando los guiños a otros géneros y bandas con los que la banda parece ir jugando a sorprendernos. En el lado negativo nos encontramos con un estilo de música, esta especie de metal alternativo, que por alguna razón que no sabemos explicar, acaba sonando a desgastado y a viejo. Y no a viejo en el sentido clásico de la palabra, sino a excesivamente usado y pasado de moda. ¿Cuál es, entonces, la clave de este disco y de esta banda? Pues bien… en nuestra modesta opinión, la sustancia está en los temas más potentes. El grupo es capaz de mostrar interesantes hooks y riffs, aderezados con algunas partes rapeadas y secciones rítmicas realmente aplastantes, pero la nave comienza a hacer aguas cuando el grupo se pone demasiado tierno. En las baladas y medios tiempos la cosa se diluye demasiado, perdiendo cualquier punto de interés. Dinamitan la tensión generada en cortes anteriores, perdiéndose en unas arenas movedizas que van a parar a terrenos en los que se mueven grupos como Nickelback en su peor versión, como en “All I Need To Know” o “So Far Gone”.
En definitiva,
Thousand Foot Krutch son ya una de las formaciones de metal alternativo a tener en cuenta, pero creemos que sería todo un acierto centrarse más en el lado más agresivo de su propuesta, y limitar mucho más el lado más ‘blando’. Y no es ya por gustos personales. Es que realmente lo primero lo bordan, y no tanto lo segundo.