Gozar de la oportunidad de vivir un directo de un grupo que, como poco, te gusta, supone algo más que presenciar al mismo en persona y escuchar su música en vivo. Es hermanarse -y a veces enfadarte- con gente que comparte tu admiración por esa formación, disfrutar del escenario ideal para dar rienda suelta a lo que en nuestras escuchas privadas es más complicado y, si se cae en usar un concepto crítico y/o analítico, aprovechar para percatarnos del funcionamiento de la banda en su estado natural.
Dicho esto, se antojan muy escasas -pero meritorias y loables- las motivaciones para tomar la decisión de editar un disco en directo, ya que se pierde gran parte de lo que se vive in situ; y la sombra del DVD -o sea, ofrecer imagen con el correspondiente gasto de producción- está ahí. Un homenaje a la fidelidad de sus seguidores, la oportunidad de poner una guinda de coleccionista y de vanidad en la estantería, sellar unas tablas sobre el escenario, etcétera, pueden ser algunas de esas motivaciones. Sea como fuere, esta edición del exitoso álbum debut de
Finch , “What It Is to Burn”-a razón de su décimo aniversario-, se presenta grabado en concierto, tocado íntegramente -más dos canciones posteriores al mismo- y en orden, en un evento en Glasshouse, Pomona (California), celebrado en 2013. Y le da al público presente un protagonismo que, en definitiva, resume la idea de a quién va dirigido este trabajo.
Porque el público recibe -o se gana- un trato muy especial en el resultado final, se convierte en el líder tanto en desarrollo -es fácil imaginar “ollas” y empujones de masas en “Stay With Me”- como en el mejor aliado de un infatigable y preciso Nate Barcalow en su interpretación vocal: atentos a “Awake”. Por eso, las voces son la referencia, como en los potentes y bien ejecutados tramos “screamo” de temas como “Perfection Trough Silence” o “Untitled”; en un disco en directo, crudo y sin arreglo de post-producción a destacar, a ratos incluso injusto con algunos músicos de
Finch en el recital. Cuesta imaginar los movimientos de Alex Pappas en la batería, y sólo Randy Strohmeyer es capaz de salir a flote con su guitarra. Sólo “Project Mayhem” es capaz de llamar la atención de una manera más ponderada por su solidez en la ejecución; y en “Ender” -con su “outro”, llevándola a los 14 minutos-, se alcanzan cotas de notable emoción y espectáculo. Parece una renuncia a ofrecer un LP en el que el conjunto suene convincente, dejando a la pegada vocal y a cierto azar la responsabilidad sobre el conjunto, algo que merma las posibilidades de atraer a nuevos oyentes que puedan acudir a investigar el resto de su discografía. Sí, se expresa fuerza y se palpa que estamos en un concierto de una banda importante, pero no invita a la reescucha, sino que suena a disco incluido como extra en la versión de estudio y no como propuesta independiente y autónoma.
En conclusión, “What It Is to Burn X” se presenta, efectivamente, como un bonito regalo de
Finch a un público que, por ejemplo en España, tuvo cierta relevancia llenando el boca a boca de recomendaciones tipo “dime un grupo parecido a...”, que a la vez -y ahí radica lo más destacable del sonido del disco-, está muy bien captado y tratado en la reproducción final. Un esfuerzo a agradecer a una banda separada que ha vuelto para la ocasión, y que esperemos confirme o descarte definitivamente su retorno y forma del mismo. Como una retrospectiva a esos años centrales de la primera década de los 2000, en el que la movida de Gales -con
Funeral For a Friend y
Bullet For My Valentine a la cabeza- y
My Chemical Romance , entre otros, instauraron con fama internacional ese mal llamado emo que consistía en aunar sonidos hardcore con estribillos melódicos; podríamos decir que, aunque se han diluido ciertas características -muy difíciles de que vuelvan a convencer-, mantiene la pegada y, sí, un público fiel que arraiga un anhelo por el retorno de sus ídolos de un sub-género que anda perdido, pero no desaparecido.